martes, 10 de junio de 2008

VÍA CARACAS

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Dr. Ricardo Bengolea


Clima de negocios negativo. Creciente e imparable inflación. Crisis energética agudizada por falta de políticas realistas. Ausencia de inversiones extranjeras. Deuda externa con vencimientos a corto plazo. Gasto público desmedido. Un gobierno desgastado políticamente. Todos estas situaciones delicadas que acabo de enumerar tienen como corolario el aumento del 30% de la pobreza y una economía que se enfría al compás de los agravios que Néstor y Cristina Kirchner le han dedicado injustamente al sector más eficiente y productivo de nuestra economía: el sector agropecuario, el único sector empresario que apoyó con su aporte los difíciles trances del 2001.
En medio de tanta locura, se nos fue Bernardo Neustadt, en el día del periodista, “aquel que ayudó a pensar”, como rezará sobre su tumba.
Kirchner exigió perdón. Cristina pidió perdón. ¿En qué quedamos? No hace falta perdón, hace falta sentido común y mucha ética republicana para soñar una nueva Argentina. En todo caso ambos deberían disculparse por haber dilapidado, en los cuatro años y medio de administración, más de 25.000 millones de dólares en concepto de retenciones quitados al campo. Después del discurso de la Presidente estoy más tranquilo. El excedente del 35% de las actuales retenciones (cerca de 1.350 millones de dólares) lo va a manejar y distribuir graciosamente Julio De Vido. Como diría Bernardo: “Yo, terminé”.
Uno podía observar anoche, durante la majestuosa puesta en escena por parte de Cristina Kirchner en el Salón Blanco de la Casa Rosada, como gran parte del empresariado argentino se asociaba a esta unitaria forma de gobernar convirtiéndose en cómplices cobardes ante el avasallamiento de la Constitución Nacional, del federalismo y del sector agropecuario.
El interior profundo no existe. Aquel que genera los bienes por los cuales Argentina orgullosamente se presentaba ante los países desarrollados como “el granero del mundo” era abandonado a su suerte por industriales, financistas, banqueros y empresarios de todos los rubros.
La clase política resumida en Elisa Carrió, que acompañó a los mansos que un día despertaron desde el primer instante del conflicto que el Gobierno armó contra el campo. Lo mismo hizo Gerardo Morales de la UCR. Los demás, brillaron por su ausencia o lo hicieron tan tibiamente que pasaron inadvertidos. En eso tiene razón el Ministro de Planificación: no es tiempo para tibios.
El campo incomoda. No solo no recibe subsidios como el resto de los sectores de la economía sino que el Estado le quita rentabilidad por medio del 44% en carácter de impuestos a las exportaciones (retenciones). A pesar de ese pequeño detalle, es el sector más eficiente de nuestra economía. Asimismo es el agro más tecnológicamente avanzado y productivo del mundo.
Como diría Eduardo Buzzi de la Federación Agraria: ¡Qué fácil es aplaudir cuando la distribución de la riqueza se hace con la plata ajena!
Como un aire fresco a tanto atropello llegó el fallo de la Jueza en lo Contencioso Administrativo de Capital Federal la Dra. Liliana Heiland. Las retenciones son inconstitucionales. “No taxation without representation” (no modificar impuestos sin representación) es la breve síntesis de la Carta Magna. Solo el Parlamento puede crear o modificar impuestos. Aquellos que se arroguen dicha facultad serán considerados “infames traidores a la Patria”. Los superpoderes que aprobó la mayoría kirchnerista viola el espíritu de los constituyentes pues crear o modificar los tributos son una facultad indelegable del Congreso. Si existiera esa delegación, en todo caso, debería ser limitada, no confiscatorio como lo son las nuevas alícuotas de las retenciones a las exportaciones agropecuarias.
Ante este patético panorama generado por el matrimonio gobernante, donde el Príncipe consorte tiene mucho más poder que la Reina, es indudable que aquello que los movilizó a ambos no fue precisamente una lucha sin cuartel por aumentar la producción y el empleo. Mucho menos combatir la extrema pobreza que padecen millones de argentinos sometidos a la vil dádiva y al clientelismo político. Acumular poder y riqueza.
Adelantándome a los hechos, me imagino a Néstor y a Cristina huyendo del país, con más riqueza que poder con rumbo al paraíso bolivariano. Junto a Chavez echarían las culpas de tanto fracaso e incapacidad a los oligarcas del campo que no quisieron colaborar con la distribución de la riqueza. Que fue un golpe de las minorías políticas contra el gobierno de la República a pesar de haber sido ellos mismos, en primera y última instancia, quienes fueron pagando en cómodas cuotas de incapacidad, exceso de poder y falta de respeto a las instituciones republicanas los pasajes en clase turista con destino a Caracas. Ojalá me equivoque.

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