jueves, 2 de abril de 2009

ADIÓS CIUDADANO ALFONSÍN

ADIÓS CIUDADANO ALFONSÍN

Ricardo Bengolea

Como miles de argentinos acongojados dejé fluir mis lágrimas por el descanso eterno del Presidente Raúl Alfonsín. Convencido que cada lágrima era apenas un sencillo homenaje de quién fuera el máximo referente de la recuperación democrática no solo en nuestro país sino en toda Latinoamérica. Por sobre todas sus cualidades rescato el haber sido un buen ser humano y un buen ciudadano. Republicano de fuste que sirvió de ejemplo a generaciones de argentinos que supieron conquistar junto a él los sabios caminos de la vida democrática.
Se fue un gran político que hizo de la convivencia, el acuerdo y la persuasión argumentada su fundamento. Valores como la ética, la honradez y la austeridad sea ocupando los diferentes escalones de la política como también en su vida privada.
No se enriqueció durante la función pública como lo han hecho lamentablemente algunos de sus sucesores. Tampoco fue denunciado ni enjuiciado por causa penal alguna.
Las numerosas muestras de cariño demostrada por miles de argentinos es la prueba más cabal que la sociedad no tiene vocación de suicidio. Que necesita soñar. Tener utopías que los proyecte como ciudadanos libres y soberanos, generando sus propios anticuerpos al ser constantemente acosada por aquellos violentos, intolerantes y antidemocráticos. Un Pueblo ávido de consensos, de acuerdos. De normalidad cívica. De conciliación entre todos los que componen el tejido de nuestra sociedad.
Recordaremos a Raúl Alfonsín como un ser humano lleno de aciertos y de errores. De lógica y contradicciones. Imperfecto como cada uno de nosotros sin embargo con la visión estratégica de un país que contuviera a todos bajo la cobertura de los principios rectores de la Constitución Nacional, el respeto por las Instituciones de la República, el imprescindible aporte a la vida de la República de los Partidos Políticos y una forma de vida ligada profundamente a los valores fundacionales de nuestro destino como Nación como lo soñaron nuestros mayores.
De sus aciertos y errores recordamos cómo su débil democracia fue estigmatizada desde sus inicios con una deuda externa que superaba el producto bruto argentino. Los 13 paros generales liderados por Saúl Ubaldini y la central obrera que representaba. El Plan Austral y el Primavera. La ley de divorcio vincular y la de patria potestad compartida. El congreso pedagógico y la Ley Mucci de reorganización gremial. El juicio a las Juntas militares y las oportunas leyes de obediencia debida y punto final que reestablecieron la pacificación nacional. Junto con los presidentes Sarney y Sanguinetti dieron comienzo al sueño geoestratégico del MERCOSUR. Luego le siguieron la paz definitiva con Chile, el Pacto de Olivos y su frase “no pude, no supe, no quise” que sintetizó el ocaso de su presidencia con el adelantamiento consensuado con la oposición de la entrega anticipada del gobierno.
Es increíble que lo excepcional en la Argentina sean la ética republicana, la honradez y la transparencia de los actos de gobierno. Alfonsín fue esa excepción. Vivía gracias a su pensión como Presidente de la Nación, sin embargo gestionaba cada tres meses ante la ANSES la donación de la mitad de dicha pensión para obras de bien público de su querida ciudad de Chascomús.
Consideraba a la oposición política circunstancial como adversarios, jamás como enemigos. A él le agradezco mi primer voto en la incipiente democracia de nuestro país.
Aquellos de mi generación que tuvimos esa extraordinaria posibilidad de expresarnos a través de las urnas estaremos por demás agradecidos al Presidente Alfonsín y a todos los políticos de esa época que creyeron y defendieron esas reglas de juego esenciales.
Aquel que no haya cometido error alguno que tire la primera piedra.
Hasta siempre ciudadano.

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