jueves, 12 de marzo de 2009

HOLA SUSANA

HOLA SUSANA

Ricardo Bengolea




Da mucha pena observar a nuestra querida Argentina desangrándose. Sus hijos se matan entre sí y pareciera ser que a nadie importa. Políticos y periodistas se llenan la boca de derechos humanos y se olvidan del principal derecho humano: el de los vivos. Hipócritas. Tuvo que salir la gran diva nacional, Susana Giménez para plantear la hipótesis de “quién mata debe morir”, planteo que ronda la mente de la mayoría de nuestro pueblo, acosado sin contemplaciones por la ausencia de políticas de seguridad que hubieran evitado el baño de sangre que asola nuestra Nación.
Me sorprendió una encuesta que había publicado el diario La Capital de mi querida ciudad de Mar del Plata: la gran mayoría pedía la pena de muerte. Somos una sociedad histérica y nos movemos de acuerdo al estigma que nos lastima en ese preciso momento.
La gran mayoría de la clase política ha sido incapaz de establecer los lineamientos de una efectiva política de seguridad.
Juan Carlos Blumberg, a quién admiro por su valentía y esfuerzo por plantear con todo el dolor que lleva dentro de su corazón varios proyectos que quedaron al igual que sus tres marchas en Buenos Aires, en el olvido. ¿Quién lucra con la inseguridad? Algunos políticos trasnochados en esa triste realidad que “a río revuelto ganancia de pescadores” ¿Porqué cada vez que ingresamos a un período electoral Argentina se convierte en tierra de nadie? Es un país libre sin libertad. Donde los delincuentes se aprovechan del libertinaje fruto de la más clara incapacidad y corrupción para cometer sus atropellos. Sus asesinatos descarados y sin culpa.
Cuando nos llenamos nuestras bocas de derechos humanos ¿tenemos acaso conciencia de los miles de niños que mueren a diario por el flagelo del paco, del alcohol y demás drogas que alegremente se mercadean bajo las propias narices de políticos, jueces y policías? De los miles de víctimas causadas por los criminales que asolan el país con un desprecio por la vida humana que asusta.
¿Desde cuando vale la vida en la Argentina? Desde nunca. De lo contrario nos hubiéramos ocupado de los niños que mueren por desnutrición en un país productor de alimentos como el nuestro.
¿Nos preocupa que mueran 6000 personas por año en accidentes de tránsito? La vida no vale nada. Siempre hablamos de muertes. Nos hemos convertido en un país triste. Ya nadie ríe ni comparte una poesía. Hace años que nos envuelve la pesadumbre de la decadencia como sociedad.
Hubiera sido más simple si hubiéramos respetado y hecho respetar la República, la ética y la moral. ¿Saben cómo termina el asunto de la inseguridad? En nuestra histeria colectiva copiaremos los escuadrones de la muerte de San Pablo y Río de Janeiro. Hipócritas. Políticos y jueces. Grandes responsables de políticas y sentencias que han condenado a la inmensa mayoría de los argentinos a vivir implorando que no acaben con nuestras vidas. Ya nos han esquilmado económicamente con la incapacidad y la corrupción, ahora vienen por nuestras vidas.
Será fácil que logren su cometido. Como Nación nos odiamos.
En estas condiciones es impensable un Pacto de la Moncloa. No nos hace falta iniciar una guerra civil, de acuerdo al número de víctimas ya la estamos llevando a cabo.
No hay cosa peor para un argentino que otro argentino pareciera rezar la realidad. El ex Tupamaro y Ministro uruguayo Mujica nos dijo el año pasado en la mitad del conflicto entre el campo y el gobierno: “Los argentinos se tienen que querer más” ¿Será tan simple?
En estos últimos seis años de gobierno de los Kirchner la inseguridad creció en forma exponencial. Es una cuestión ideológica. Un garantismo estúpido e infantil que solo ha llenado de lágrimas nuestras vidas.
Felipe Solá como gobernador de la Provincia de Buenos Aires también es el otro gran culpable de haber permitido que la inseguridad en la Provincia de Buenos Aires se potenciara hasta el descontrol de nuestros días. Ahora se presta a fútiles debates con el ex Presidente Kirchner sobre quién fue más culpable de tantas muertes.
El pueblo no gobierna ni delibera sino por medio de sus representantes. Máxima republicana que esta a punto de ser dejada de lado por la mayoría de los ciudadanos si continúa el estado de criminalidad, abandono e indefensión que nos aqueja. El pueblo otorga a sus representantes el poder de represión de los delitos cometidos por los criminales de turno.
Hemos bañado con tanto tinte ideológico el término “represión” que hasta nos permitimos autorizar el pillaje, el secuestro y el asesinato. Incluso hasta hemos investigado a las víctimas olvidándonos de aquellos victimarios que ofendieron con sus actos a esos ciudadanos y a la sociedad toda.
Es fundamental en toda sociedad democrática que el Estado reprima los delitos. También es fundamental que aquellos que cometieron actos delictivos reciban la pena necesaria para resarcir a sus víctimas.
Es totalmente injusto que quienes hayan delinquido encima el pueblo tenga que mantenerlos con sus impuestos. Como dijo alguna vez Juan Carlos Blumberg, quienes hayan sido condenados a prisión deben trabajar. Encima de habernos causado un daño irreparable tenemos que velar porque vivan cómodamente en sus cárceles e incluso en la mayoría de los casos acceso a estudios universitarios. Quién las hace las paga y por cierto con trabajo.
En nuestra realidad, la gran mayoría de los presos que obtienen la libertad, por el número de reincidentes, hacen un Master en delincuencia no cumpliendo con los principios de nuestra Constitución Nacional en cuanto a la reeducación del reo.
Si no queremos una policía vinculada con el narcotráfico, la prostitución, el juego y otras yerbas tendremos que capacitarla. Equiparla con los adelantos de la ciencia criminalista. Pagarles los sueldos de acuerdo a la importancia de sus funciones. Desde ya que dentro de esa nueva política de seguridad se crearán nuevas secciones de “asuntos internos” que fiscalizarán el accionar de toda la fuerza aplicando toda la fuerza de la ley en caso que se hallaren involucrados en actividades delictivas. Asimismo los diputados y senadores deberán realizar sus aportes en novedosas legislaciones que permitan a la policía contar con nuevas herramientas para combatir el delito como existen en los Estados Unidos o Europa. En esos países a nadie se le puede ocurrir que la policía no va a reprimir al delincuente.
En la lucha contra el delito no hay ideologías hay sentido común y aplicación de la ley.
La tolerancia cero funcionó en la violenta Nueva York de la mano de su Alcalde Rudolf Giulliani, quién implementó los lineamientos básicos de dicha política y el Jefe de policía Stratton que la llevó a cabo a pies juntillas. Política y represión del delito. De la mano. Aunque a muchos setentistas se les caiga una lágrima.
El diálogo entre el sector agropecuario y el gobierno es de acuerdo a sus resultados, un fracaso. Un fracaso dada las urgencias del campo que clama por políticas más previsibles, mercados a futuro, apertura de las exportaciones pero por sobre todo ello, que no los entretengan más. Kirchner apostó a una larga y penosa lucha ideológica contra el campo. Nunca soportó la idea que la Sociedad Rural Argentina reclame junto a su otrora aliado la Federación Agraria Argentina. Los une el espanto. En este caso el espanto es grande. Kirchner apuesta al conflicto. A todo o nada. Es la miopía de un descerebrado. Cuando el mundo sufre una de sus peores crisis la Argentina debería posicionarse al respecto. Los alimentos serán siempre requeridos, siempre demandados, tanto por países pobres como ricos. Es la única demanda inelástica y la única seguridad que nos muestra el rostro demacrado de un mundo complejo y asustado. Argentina puede y debe alimentar a miles de millones de seres humanos. ¿Qué hace la Administración de la Presidente Fernández? Continúa tomando al campo como un adversario político y planteando la guerra ideológica planteada por Stalin en los inicios de la Revolución bolchevique de los ricos desalmados contra los pobres. Tendrán mucho que explicar los Kirchner al interior empobrecido de nuestra querida Nación. A los millones de habitantes, ricos y pobres, jóvenes y adultos con sus esperanzas puestas en lo que soñaron de la Argentina que debió ser con la que padecen a diario. En esta oportunidad espero que aquellos que vaciaron a la Argentina de contenido político pues compraron políticos y partidos políticos enteros, de contenidos morales pues corrompieron a sus ciudadanos más vulnerables con la dádiva y el engaño, de contenido económico pues destruyeron el aparato productivo de uno de los países más ricos del mundo y por último de contenido social al generar los odios de clase que son el cultivo de futuras aventuras de iluminados que tanta sangre y dolor causaron en el pasado sean castigados.

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