EL SILENCIO DE LOS INOCENTES
Ricardo Bengolea
Disfrutando de las apacibles pero severas palabras del Vicepresidente Julio Cobos asestando al tirano Kirchner un golpe definitivo a sus desesperadas ansias de poder y dominación maquiavélica, el Pueblo argentino supo que aún quedaban resabios republicanos dignos de tomar en cuenta. Tirano es aquel que vulnera la paz de su pueblo. Que lo somete a su antojo. Que no respeta la Constitución Nacional ni la división de los tres poderes del Estado. Aquel que desprecia y vulnera las libertades individuales y avasalla con su accionar los derechos y garantías de los ciudadanos. También quién ahoga a la prensa libre y a los gobiernos provinciales con fondos que arbitra de manera antojadiza. Aquel que domina sin contemplaciones a la Justicia y los mecanismos de control republicanos. El silencio de los inocentes es la complicidad de la mayoría del pueblo que optó por dejarse someter a tanto oprobio sin queja alguna.
Fueron 129 días de locura que generó en toda la ciudadanía una suerte de desesperanza y angustia minando a su paso voluntades y sueños. Días y noches que tuvieron como protagonistas primarios a los productores agropecuarios y a los pueblos del interior del país quienes sintieron en carne propia el yugo político opresivo al que las despóticas aspiraciones de Néstor y Cristina Kirchner intentaron someter.
La Resolución 125 era solo la punta del iceberg. El maltrato de más de cuatro años producido al sector más eficiente de la economía, aquel que apostó con su inestimable aporte del 10% de retenciones implementadas por Duhalde y Lavagna, se lo castigaba con más impuestos y desaires hasta colmar su paciencia. Los mansos del campo soportaron la diatriba permanente y los insultos que provenían de las diferentes usinas kirchneristas como D´Elía, Hebe de Bonafini, Kunkel y otros innombrables personajes que volvieron a minar los sueños de toda una sociedad hambrienta de éxitos.
Kirchner representó a lo peor del peronismo. Aquel sector político interno a los que el mismo General Perón echó de la Plaza de Mayo bajo el mote de “imberbes”, generando un cisma dentro del Partido Justicialista que finalizó con la noche negra de nuestra historia. Muerte, violencia, odio. Palabras que provocaron una sociedad fracturada y resentida con su propio fracaso con muestras claras en la actualidad que desafortunadamente aún no hemos logrado superar.
El Congreso de la Nación, apremiado por la urgencia del momento histórico que nos tocaba vivir, apostó por el debate inteligente que tuvo su corolario en el desempate del Vicepresidente, a quién la inmensa mayoría de los ciudadanos reconoció como un héroe al expresar su voluntad pública de no aprobar la media sanción de Diputados de la Resolución 125. Me pregunto ¿Qué lleva a un ex Gobernador radical y profesor universitario como Julio Cobos a pensar que un tirano como Kirchner podría ser el estadista que llevaría a la Argentina al pedestal internacional del que nunca debió descender? ¿Será la pluralidad política prometida por el tirano o un simple acto de supervivencia política del mandatario mendocino? Pienso, luego existo. La debacle del radicalismo luego de la pésima experiencia de la Alianza generó una diáspora dentro del Partido de Alem. Lo dramático del caso es que la mayoría de los líderes radicales que ostentaban cargos públicos abrazaron sin tapujos los cálidos brazos de la abundancia kirchnerista. ¿Existo, luego pienso? Tiene mucho más que ver con la realidad éste último presupuesto. Por lo menos la cruel realidad argentina así lo demostró. Cobos existió y luego pensó. Tarde, pero pensó. Odiado por su inventor, “Cobos es un traidor”. Adorado por los radicales y por el resto de los ciudadanos que hace algún tiempo atrás, a medida que se conformaba la Concertación Plural que sería el basamento político del triunfo de la señora Cristina Fernández, despotricaban a los radicales K. Hoy un gran amor, mañana una traición. Los argentinos no tenemos memoria, de ahí que comenzaron a pulular nombres como Barrionuevo, Duhalde, ¡Qué bueno el discurso de Chiche Duhalde! comentaban algunos ante las palabras adecuadas que la señora del ex Presidente promulgaba en el recinto de la Cámara de Senadores. Desmemoriados. Así somos. En un par de años más, hasta Cristina puede soñar con la reelección ¿Usted cree que estoy exagerando? Cómprese una bolsa de pochoclos, una gaseosa y aguarde por la nueva aventura política argentina.
El Gobernador de la Provincia de Buenos Aires Daniel Scioli convocó al Gobierno Nacional a que realice una profunda autocrítica ¿Comenzará él por analizar su actitud timorata y genuflexa a los Kirchner, tanto mientras ejerció su cargo de ex Vicepresidente como el actual de Gobernador? ¿Asumirá su cobarde actitud de no defender al sector agropecuario durante los últimos 129 días de conflicto? Otros referentes nacionales también deberán ser de la partida: El Gobernador de Santa Fe Hermes Binner con sus tibias declaraciones a favor del sector rural, sostén de la economía de su Provincia, tratando por todos los medios filtrar el posible enojo del tirano nacional. Schiaretti, Gobernador de Córdoba, para quién el conflicto lo bañó de legitimidad, aprovechó para “ofenderse” con Kirchner defendiendo a la Provincia sojera por excelencia. Gracias a la presión de los Intendentes y la medición de su imagen política se puso del lado del campo. Conveniencia política. Tanto él como De la Sota endeudaron a Córdoba y su economía se encuentra colapsada. El Jefe de Gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri quién obtuvo el apoyo de la mayoría de los hombres de campo que viven en la Capital Federal apenas esbozó algunas declaraciones de compromiso, siempre atento a la posible respuesta de Néstor y Cristina. En estos tiempos que corren, no hay espacio para los timoratos. A pesar de ello la Argentina sorprende con sus candidatos por la fragilidad de su memoria. “¿Yo? Argentino”.
Un capítulo aparte de la autocrítica solicitada por Scioli lo componen Elisa Carrió de la Coalición Cívica, Gerardo Morales de la UCR y “el Adolfo” Rodríguez Saa Senador Nacional por la Provincia de San Luis, quienes sin tapujos apoyaron desde la primera oportunidad al campo con sus palabras y sus hechos, dando una demostración de coraje y de esperanza. Quizás Lilita Carrió fue la más comprometida, la más audaz. Aquella que fue vaticinando como si fuera una vidente los momentos históricos que hemos vivido. Aquella que observó como en una madrugada pactaban en la Cámara de Diputados rogó que el campo y la ciudad tuvieran presencia mientras se tratara en Senadores y surgió el esplendor de la demostración cívica en Palermo. La no violencia y la esperanza fueron sus armas más valiosas. Doy las gracias a los tres referentes nacionales por su vocación republicana.
En el plano económico abundan las cifras que marcan el fracaso de una gestión. No de ahora. Desde siempre. Nuestro proyecto de país es un enorme y rotundo fracaso. Los gobiernos de una Nación tienen la difícil misión de lograr la felicidad de su pueblo. Ésta debe ser construida con seriedad y sentido común. Con bases sólidas y con políticas que apunten al bienestar de su pueblo. Por cierto que ello no ocurre en la Argentina. Por lo menos no lo disfrutaremos por varias generaciones. Las empresas miden sus éxitos o fracasos económicos por sus resultados. Lo mismo sucede con los países en un sentido mucho más amplio de ese concepto. Resultados económicos, políticos, sociales, educativos y demás áreas sensibles del Estado. En una organización armónica de políticas tendientes a la felicidad de un pueblo se encuentra el secreto del éxito de una sociedad. No hay felicidad sin justicia. Sin ética. Sin una justa distribución de la riqueza. Sin justicia social. Con corrupción.
Si realizáramos un ajustado resumen desde el año 1930, cuando se llevó a cabo el primer golpe de Estado contra el gobierno democrático de Hipólito Irigoyen, hasta nuestros días, comprobaríamos que hemos estado violando sistemáticamente el principio republicano y ético que identifican a todo país civilizado. La Constitución Nacional. Piedra basal de toda sociedad democráticamente organizada.
Es imposible lograr la felicidad de un Pueblo sin el debido cumplimiento de la Carta Magna. Su flagrante violación por parte de las distintas administraciones ha convertido a nuestra querida Argentina en un país injusto por donde se lo mire. Pauperizado no solo en los resultados económicos, también en la actividad de la Justicia, la degradación de nuestro sistema educativo, de nuestro sistema de valores rectores como sociedad. Somos infelices y lo demostramos con nuestra intolerancia, con nuestra violencia cotidiana y el desprecio por nuestros semejantes.
Hay maneras de volver a la senda del crecimiento tanto económico como social. Participar en la vida política de nuestro país por medio de una opinión pública más comprometido con las decisiones políticas de los gobernantes de turno. Atenta ante los mínimos resquicios de ataque a la libertad y a los derechos y garantías constitucionales. Al respeto sin claudicaciones por la división de los poderes del Estado. Creo que la combinación de éstos términos fundamentales nos hará una sociedad más justa y mucho más feliz. La aparición de Cobos cuando finalizaba el último round del conflicto entre el Gobierno y el campo es una simple luz al final del túnel. El silencio de los inocentes debe finalizar de una vez por todas para convertirnos en serios y comprometidos protagonistas de nuestros tiempos. Participemos en política, dentro de los Partidos políticos, sociedades intermedias, ONG, instituciones y demás organizaciones para plasmar nuestras ideas y propuestas, pues no podremos alegar en el futuro la inocencia por culpa de nuestro cómplice silencio.
lunes, 21 de julio de 2008
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