martes, 19 de mayo de 2009

LA OLIGARQUÍA ARGENTINA

LA OLIGARQUÍA ARGENTINA


Ricardo Bengolea


Según se desprende de la profunda sabiduría de Platón en su obra La República, la oligarquía es el gobierno de unos pocos en desmedro de los intereses de la mayoría. Sucede cuando un gobierno de pocos se corrompe y actúa en contra de la ley. Su poder se basa en la riqueza y solo tiene en vista su propio bien.
Aristóteles en su obra La Política define al Tirano como el gobierno en su solo interés. Es el despotismo de uno solo y agrega como una sentencia para quienes han consentido este estado de cosas y situaciones en nuestra querida Argentina: No hay hombre virtuoso que no se revuelva contra este gobierno violento.
La clase política argentina en general la he calificado, de acuerdo a dichos parámetros filosóficos, como oligárquica. El gobierno de los peores según los resultados.
Los gobiernos militares fueron peores ya que a la incapacidad de gestión se le sumó la falta total de garantías y derechos constitucionales.
Mucho no ha cambiado nuestra suerte política ya que desde ese punto de vista 26 años de democracia tampoco educó al pueblo argentino a respetar la Ley Suprema de la Nación y mucho menos las instituciones de la República.
El gobierno de los peores tiene su resultado funesto y fatídico en la realidad que sufrimos. Sepultados nuestros sueños de patria grande e inclusiva nos hemos convertido en un territorio vasto poblado de energúmenos mal educados y mal instruidos que han despreciado con sus acciones y omisiones las reglas más elementales de la convivencia ciudadana.
Quizás haga falta más filósofos que abogados e ingenieros. Quizás debamos volver a definir palabras y símbolos más que complejas reingenierías empresariales.
Debido a la abrumadora mayoría del pueblo que ha decidido impedir que la Argentina logre su desarrollo sustentable para incluir dentro de su rica tierra a todos apostando por lo peor de nuestra política y sus referentes con el sufragio, al menos apostemos al ocio, entendido como la gozosa actividad de la no actividad, por lo menos intentemos ser un pueblo feliz y despreocupado.
¿Trabajar para quienes? ¿Para aumentar los bolsillos de los corruptos de turno? ¿Para avalar con nuestro esfuerzo las maquiavélicas estrategias de pillaje y sometimiento?
La oligarquía argentina no son los terratenientes como otrora sirviera de caballito de batalla ideológico de políticos trasnochados. Los oligarcas son aquellos que han tenido la responsabilidad de manejar la cosa pública y no lo han hecho competentemente.
Por incapacidad o por corrupción los resultados son idénticos y por cierto patéticos.
La aceptación de la oligarquía como forma de gobierno por la gran mayoría de nuestro pueblo esta íntimamente ligada a la falta de educación entendida ésta como ausencia de una instrucción básica donde se inculcan los valores fundacionales de toda sociedad, donde la cultura del esfuerzo y del trabajo desplacen al facilismo y donde la libertad de los ciudadanos genera en ellos mismos la responsabilidad para comprometerse seriamente con la política sabiendo qué se vota y a quién.
Argentina es uno de los pocos países del mundo donde su clase dirigente no se involucra en política. Avocados a administrar sus empresas y bienes no se dan cuenta que en el fondo quienes tienen la última palabra para los mismos son los administradores que ellos han bendecido con su voto. La política es como la física.
El lugar que no ocupa un cuerpo lo ocupa otro.
El Presidente y los Parlamentarios de la oligarquía argentina, nos guste o no son elegidos por la mayoría en elecciones más o menos libres y son ellos los que tomarán las decisiones finales sobre nuestra seguridad personal, seguridad jurídica, planes de salud y acción social en fin, establecerán a su antojo las políticas que ellos consideren importantes en desmedro del bien común.
Hay una gran coincidencia en las definiciones filosóficas acerca de oligarquía y tirano. Siempre es el gobierno del peor o los peores y siempre será en beneficio propio.
La educación es una premisa básica para construir una mejor democracia y establecer los cimientos de la República.
Argentina fue poderosa y respetada por el concierto de Naciones cuando fuimos el norte educativo de Latinoamérica. Cuando nuestras casas de altos estudios eran el orgullo de una sociedad acostumbrada al progreso apostando al desarrollo económico y al bienestar de su pueblo.
La oligarquía argentina la conformamos entre casi todos quienes habitamos este suelo, algunos por participación directa otros por hacerse los otarios mirando hacia otro lado.
A los gobiernos de los peores alguien los eligió. Alguien con su voto avaló tanta decadencia y tanta rapiña insolente.
La educación y su paulatina degradación. La clase política inmersos en Partidos que han perdido su contenido y su respuesta moderna a los cambios exigidos por una humanidad inquieta. Los políticos que reemplazaron a la ética y al honor por el mercantilismo más barato dejándose seducir por peces de colores en desmedro de las esperanzas de su pueblo y la decisión de su clase dirigente preocupado por salvar su ropa en lugar de brindar su capacidad al servicio de su pueblo. Todo ello sintetiza en gran manera esa falta de esperanza que hallamos en el desprecio de los jóvenes por la política.
La oligarquía argentina tendrá su final dramático alguna vez. Quizás nuestra generación no pueda disfrutar del suave cobijo de la República futura.
Los cambios son lentos, duros y casi imperceptibles. Pero deberán llevarse a cabo.
En nuestro deseo por contar con nuestro propio Churchill, nuestro Kennedy o incluso nuestro carismático Barak Obama deberemos anteponer posiciones individualistas, pensar en la Patria grande y formar nuevos y mejores dirigentes que nos propongan “sangre, sudor y lágrimas” o un “yes we can” en lugar de prometernos la Tierra prometida sin haber soñado en cortar las cadenas aún de la esclavitud de nuestra incapacidad y corrupción congénita y necesario apego a la ley.

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