lunes, 23 de noviembre de 2009

CRISIS DE VALORES

CRISIS DE VALORES


Ricardo Bengolea




Se recordará durante muchas décadas el período infame y oscuro que los argentinos estamos padeciendo. Es el resultado de una inevitable decadencia como sociedad que por comisión u omisión hemos permitido que este estado de cosas se fuera prolongando y agravando con el tiempo.
Quizás lo más fácil sea culpar a Kirchner o a la Presidente Fernández de todos nuestros problemas. Sin embargo no sería justo a pesar que muchos de los errores cometidos en y desde el Gobierno los tienen a ambos como máximos responsables. ¿Quién los votó? No aparecieron de la nada. ¿Quiénes fueron aquellos que asintieron con sus palabras y sus escritos que el matrimonio gobernante llevara nuestro futuro al cadalso?
Estoy convencido que toda la sociedad argentina deberá hacer un viaje al interior de sí mismo con el fin de hurgar las malformaciones republicanas enquistadas dentro de cada uno de nosotros. Preguntarnos acerca de nuestras convicciones democráticas. Lo mismo sobre nuestra forma de gobierno republicana, representativa y sobre todo federal.
La crisis de nuestros valores no solamente se dan en lo político con patéticos comportamientos como Lorenzo Boroccotó o más recientemente el flamante gobernador radical de la Provincia de Corrientes Ricardo Colombí.
Ellos son apenas la punta del iceberg que nos congeló la mente y no nos permite razonar, elegir y exigir con cordura. También nos impide castigar a quienes se apoderaron de la “cosa pública” convencidos que era parte de su patrimonio personal.
Aún conservamos esa loca idea lo público es el Estado cuando es todo lo contrario. Lo público pertenece a todos quienes habitamos nuestro país. El Estado es parte de lo público de ahí que quién es el mayor responsable de administrar la cosa pública representándonos con la obligación de rendir cuentas de ello es el Presidente de la Nación.
Hemos echado por tierra los principios rectores de toda sociedad civilizada. Desconocido el ámbito de aplicación de la ley y lo que es mucho más grave, desautorizamos con nuestras prédicas inconsistentes el poder de policía que posee el Estado delegado por nosotros mismos. Por el Pueblo. No aplicar la ley es un suicidio colectivo. Cuando observamos impávidos los tremendos hechos de violencia criminal que destruyen familias argentinas a diario conocemos la raíz del mal. La no aplicación de la Ley. Sin aplicación de la pena correspondiente no puede llevarse a cabo uno de los estamentos básicos de cualquier comunidad: premios y castigos. En ese orden de cosas, se equiparan los premios y los castigos y como lamentable resultante vivimos y sufrimos nuestras propias equivocaciones.
El crecimiento económico puede ser fácilmente emprendido con varias medidas adecuadas que apunten al desarrollo sostenido. O bien, como le sucedió a Néstor Kirchner, un viento de cola de los mercados internacionales ávidos de comprar materias primas argentinas. Insisto que en ese período crecimos a pesar de Kirchner.
En lo político la cuestión es diferente. No hay medidas que puedan asegurarnos una inmediata solución a nuestra grave crisis institucional. Será la sumatoria de aciertos personales, la reconciliación definitiva de nuestro pueblo, la visión y la entrega de aquellos políticos convertidos en estadistas y la implementación en conjunto, pueblo y dirigentes, de políticas de Estado consensuadas apostando a recuperar los valores fundamentales que hoy se encuentran en severa crisis.
La sociedad toda vive en un estado de crispación y tristeza que genera una parálisis ante los hechos de corrupción e incapacidad administrativa por todos conocidas.
La renovación del Congreso Nacional el próximo 10 de diciembre insuflará aire nuevo a la República. Será el inicio de un nuevo tiempo donde la esperanza será el mayor aliciente para comenzar a reconstruir la Nación y recuperar la senda del desarrollo económico pero mucho más trascendente e importante, el desarrollo orgánico y equitativo de nuestra sociedad sobre la base del respeto y el orden público.
Quiero despedirme de ustedes por el momento y agradecerles la paciencia en leer mis artículos. Nos encontraremos una vez iniciadas las sesiones del renovado Parlamento.